El papel del auditor interno en la mejora continua de la organización

Una organización involucrada con el mejoramiento continuo de sus procesos, no teme a ser evaluada, observada, incluso criticada; por el contrario, asume un compromiso serio y responsable para que todas las actividades se realicen bajo las premisas de transparencia y responsabilidad con sus partes interesadas.

Es fundamental que dichas organizaciones tomen las mejores decisiones para orientar sus procesos bajo lineamientos claros y comprensibles para todos. Es por ello que se debe promover la competencia del personal, y son precisamente los empleados quienes aportan gran valor para que dichos lineamientos se cumplan.

La experiencia, la educación, las habilidades, las destrezas, la formación de las personas que conforman el equipo de trabajo son fuente inagotable conocimiento; así mismo, ellas cuentan con unas características especiales que permiten perfilarse como posibles auditores para que los sistemas de gestión adquieran madurez. Dichas características obedecen también a los principios en los cuales debe basarse una buena auditoría.

Un auditor debe primero que todo ser una persona íntegra; es decir, obrar de manera ética, honesta y responsable; esto implica actuar correctamente y sin temor a actuar conforme a intereses mezquinos.

 

Un buen auditor es veraz, no neutral; son dos cosas muy distintas. La veracidad implica exactitud; es decir, es deber del auditor informar acerca de los hechos tal cual son verificados y a partir de allí generar los hallazgos respectivos para la mejora continua.

Todo auditor debe ser digno de confianza, actuando en todo momento con diligencia y buen juicio. Los juicios emitidos por el auditor deberán siempre soportados con hechos verificables. La discreción es una característica indispensable. El valor de la confidencialidad radica precisamente en la confianza que genera un auditor de proteger en todo momento la información protegiéndola de manera apropiada.

Siempre que sea posible, el auditor debe actuar con independencia, es decir, debe ser una persona libre de sesgos, de manera que los hallazgos que se encuentren y las conclusiones del ejercicio, sean lo más objetivos posible.

Un buen auditor debe orientar sus esfuerzos por mantenerse enfocado en lo que evidencia y dicha evidencia debe ser verificable mediante muestreos adecuados.

Así mismo, el auditor debe considerar todos los riesgos y las posibilidades que pueden presentarse en un ejercicio de auditoría de manera que su cumplan los objetivos propuestos.

La Norma ISO 19011 define cómo debe ser el comportamiento del auditor; sin embargo, las organizaciones están en libertad de decidir el perfil que desean que cumplan las personas que tendrán la responsabilidad de verificar los requisitos que ellas deben cumplir. En todo caso, y de manera general, un buen auditor, debe estar abierto a la mejora, respetar la cultura organizacional, así como ser versátil, asertivo, observador, empático, seguro y actuar en todo momento con rectitud, aportando de manera significa a la mejora continua de la organización que audita.

El papel del auditor es importante porque configura una fuente de oportunidades para que el auditado crezca y logre superar falencias y fortalezca aspectos necesarios para lograr los resultados previstos desde una mirada objetiva y fiable.